Dale un muerdo al otoño,
que sabe a castañas
asadas a fuego lento.
Lento como lentas
caen las hojas que
alfombran el camino.
Camino que se torna
de ese amarillo que parece
una foto vieja.
Vieja es la esperanza
que aun siendo antigua
sabe seguir siendo nueva.
Nueva la luna,
la luna llena,
que en cuarto menguante
creciente se espera.
Espera, espera,
castaña asada,
las brasas por arder,
por arder la espera.
lunes, 23 de noviembre de 2009
lunes, 16 de noviembre de 2009
_
Te sé como te sé,
desde lejos,
porque te vas
cuando me acerco
y me voy
cuando me vienes.
Aún así esto es amor,
pero nació en gallego
y no hemos aprendido
a pronunciarlo,
a pesar de comprenderlo
y que sepamos de sobra
que nos sabemos.
Te echo de menos.
Ahora me toca a mi ir detrás,
esperando el tiepo prudencial
que siempre concedemos,
hasta que llenes la barra
de la espera
y, justo la mía,
Haya vuelto a cero.
Perdóname que te quiera en gallego
desde lejos,
porque te vas
cuando me acerco
y me voy
cuando me vienes.
Aún así esto es amor,
pero nació en gallego
y no hemos aprendido
a pronunciarlo,
a pesar de comprenderlo
y que sepamos de sobra
que nos sabemos.
Te echo de menos.
Ahora me toca a mi ir detrás,
esperando el tiepo prudencial
que siempre concedemos,
hasta que llenes la barra
de la espera
y, justo la mía,
Haya vuelto a cero.
Perdóname que te quiera en gallego
Veintinueve
Dímelo suave o no me entero
cogiendo esa estrella, pequeñita, prestada,
para que luego el cielo siga siendo cielo
y que alumbre el dormitorio
y que nos queme por dentro.
Pero déjala en su sitio
que aunque esté aún de viaje por tu cuerpo,
mañana marcho sin pagar peaje.
Y la veré brillando, intermitente,
junto a otra piel, en otro sueño.
Me guiará su destello, el guiño íntimo
a pesar de que todos puedan verlo.
Pero sabré que es mía y que es tuya,
que me llamas otra vez, y volveremos
a querernos, sin decirlo a gritos,
mirando al cielo.
cogiendo esa estrella, pequeñita, prestada,
para que luego el cielo siga siendo cielo
y que alumbre el dormitorio
y que nos queme por dentro.
Pero déjala en su sitio
que aunque esté aún de viaje por tu cuerpo,
mañana marcho sin pagar peaje.
Y la veré brillando, intermitente,
junto a otra piel, en otro sueño.
Me guiará su destello, el guiño íntimo
a pesar de que todos puedan verlo.
Pero sabré que es mía y que es tuya,
que me llamas otra vez, y volveremos
a querernos, sin decirlo a gritos,
mirando al cielo.
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