lunes, 16 de noviembre de 2009

Veintinueve

Dímelo suave o no me entero
cogiendo esa estrella, pequeñita, prestada,
para que luego el cielo siga siendo cielo
y que alumbre el dormitorio
y que nos queme por dentro.

Pero déjala en su sitio
que aunque esté aún de viaje por tu cuerpo,
mañana marcho sin pagar peaje.

Y la veré brillando, intermitente,
junto a otra piel, en otro sueño.
Me guiará su destello, el guiño íntimo
a pesar de que todos puedan verlo.

Pero sabré que es mía y que es tuya,
que me llamas otra vez, y volveremos
a querernos, sin decirlo a gritos,
mirando al cielo.

1 comentario:

Belén dijo...

Y la pena de que escribas aquí tan poquito? A ver cuándo se tercia un café y algún que otro verso ;)