Han dejado de gustarme tus fotografías.
No me explican el por qué de tu sonrisa forzada
y antes, cuando reías, se te veía el alma.
No huelen a ti.
No tiemblan si las miro
ni me entienden, ni me contestan.
Sólo saben estar quietas y tu
nunca dejas de moverte,
ni siquiera cuando duermes.
Sin embargo ya ves, ahí siguen, quietas.
Esa de ahí no eres tu
y tu no eres ella.
Por eso acabo de quemarlas.
No podía soportar que tus fotografías hubieran dejado de gustarme.
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